30.7.12

29 de julio

DOMINGO FAMILIAR


Me gustan los domingos, sobre todo los que vamos a ver a mi familia.

Me da envidia cuando alguna compañera comenta que va a pasar la tarde con sus padres, o que su madre la ha invitado a comer y así no tiene que cocinar. Me da envidia no poder hacer todo eso y tener que conformarme con dos domingos al mes. 

Lo cierto es que los valoro como jamás imaginé que lo haría. Cuando eres adolescente te sobra todo el mundo y luego, cuando el pavo te abandona, te das cuenta de cuánto los necesitarás durante toda tu vida.

Madrugamos bastante, porque queríamos volver pronto, así que desayunamos rápido, ducha rápida y lavado de coche rápido, que después de una semana parado, daba asquito verlo.

Llegamos sobre el mediodía y fuimos a ver a mis abuelos. Les llevamos las fotos de París en un álbum, porque mi abuela se resiste a ver las fotos en un ordenador... evidentemente, eran las fotos parisinas del año pasado, más que nada porque las de este año aún no hemos tenido tiempo ni de organizarlas, así que mucho menos revelarlas, pero a ella le hace feliz, y a mí más.

Estuvimos un rato con ellos y luego nos fuimos a mi casa. 

Les veo tan felices como lo estoy yo. Veo a mis padres que si pudieran me dirían "Quédateeee" pero no lo hacen, porque saben que no puedo. Me encanta hacerles reír, meterme un poco con mi hermana y pasar un buen ratito con ellos antes de volver.

Incluso por la tarde nos lanzamos, guitarra en mano, a echar unas partiditas del Guitar Hero con mi hermana y su novio.

Regresamos relativamente pronto para lo que es costumbre, porque habíamos quedado para ir al cine a ver Madagascar 3 (muy recomendable, por cierto, risas aseguradas) con dos amigos y poner fin así al fin de semana... y a las vacaciones de mi novia. 

Sí... vuelvo a estar aburrida en casa, pero no descarto escaparme aunque sea sola a la playa, a partir del jueves y ya que me aburro, por lo menos lo hago tomando el sol y bañándome en el mar. 

Se aceptan visitas con cita previa. 

26, 27 y 28 de julio

Por fin teníamos vacaciones las dos.


Estas tres semanas estarán caracterizadas por el sol, el mar, las terracitas de bar y en definitiva, todo lo que envuelve la playa. Siempre que se pueda, claro... ahora mismo estoy en casa, aquí, escribiendo en el blog... ¡yupi!


En primer lugar, estamos en "operación boda" porque se casa mi cuñado y necesitamos un bronceado doradito para lucir nuestros vestidos. Y en segundo lugar, y no por ello menos importante, la economía no permite un segundo viaje, el año que viene más.


La rutina es prácticamente todos los días la misma. Por la mañana dormimos hasta que nos "cansamos" y nos levantamos a desayunar. El desayuno suele tener más calorías de las que debería y a este paso, estaremos muy bronceadas y muy monas, pero no entraremos en el vestido... 


Recogemos y vemos la televisión hasta que el sol consigue llegar a la piscina del apartamento, y nos bajamos a darnos un baño, tomar el sol y sacarle provecho a nuestra última adquisición: el Kindl touch. No está nada mal, siempre me había negado a los libros electrónicos porque... bueno, no es lo mismo, pero viendo lo que íbamos a ahorrar, nos hicimos el ánimo. Tengo que reconocer que al principio me costó, lo notaba raro, pero sin duda, es mucho más cómodo y no pesa nada.


Cuando nosotras llegamos no suele haber nadie, o como mucho, un par de personas, pero al rato empieza a ir llegando gente, y eso parece más una junta de vecinos que una piscina. En esta, nuestra comunidad, no tenemos nada que envidiarle a la serie "Aquí no hay quien viva" ya que tenemos incluso a la "Señora Cuesta", las dos lesbianas (nosotras) y un administrador, tan incompetente como el suyo.


Cuando empieza la saturación en la piscina nos subimos a comer, y después podemos hacer una siesta en la cama, o en la playa, lo que surja. Y por la noche, un paseo, o una cenita en una terracita oyendo de fondo el mar es ideal. 


No parece gran cosa, pero tener todo el tiempo del mundo para nosotras, sin preocupaciones, sin trabajar, sin prisas, es algo que solo tenemos unos mínimos días al año, y para mí tienen un valor incomparable.

29.7.12

22, 23, 24 y 25 de julio

¡¡VACACIONES!!




Lo cierto es que estos primeros días de vacaciones no es que hayan sido especialmente agradables, ni divertidos, ni espectaculares. He descansado, eso sí. Pero claro... cuando eres la única persona que está de vacaciones, la juerga mengua notablemente.


Me dediqué a ser una ama de casa ejemplar... bueno, no tanto, pero dormí mucho, me ocupé de algunas cositas de casa y me encargué de tener la comida preparada para cuando mi novia llegase de trabajar.


En general, las cosas estuvieron complicadas por todas partes. En algunos momentos incluso me arrepentí de no estar trabajando para no pensar, los típicos momentos de bajón, supongo...


Estos cuatro días pasaron sin pena ni gloria, esperando con ansia que llegase el jueves y tuviésemos vacaciones las dos juntas, nos relajáramos y pudiésemos olvidar cuanto antes el pésimo comienzo de semana que estábamos teniendo.


28.7.12

19, 20 y 21 de julio

Fueron los últimos (y largos) días de trabajo antes de llegar a las vacaciones.


¿Qué puedo destacar de ellos? Pues ya que estoy escribiendo esto 10 días después, poca cosa.


Tengo pequeños recuerdos de aquellos días tan lejanos, antes del sol y la playa, el mar y la arena... y podemos sacar unas pocas conclusiones en claro:


-En septiembre, me apuntaré al gym con dos compañeras del trabajo. 


-Tenemos que escribir un texto para leer en una boda, exactamente la de mi cuñado, y a este ritmo, será como en el colegio, esperaremos al último día y será una chapuza.


-Aunque mis compañeras de trabajo consiguen desesperarme en el día a día, en realidad son majísimas y siempre están dispuestas a ayudar si las necesitas.


-Como sospechaba, la semana antes de coger vacaciones los días tienen 26h.


19.7.12

16, 17 y 18 de julio

Esta semana ha sido mucho más relajada que la pasada. 


Con todo en su lugar, sobre todo yo, que he vuelto a mi lugar habitual de trabajo, todo ha ido mejor.


He pasado mucho tiempo esperando... esperando en una cafetería, esperando en la puerta del trabajo, esperando mirando por el balcón, y me he dado cuenta de una cosa: LOS ESPAÑOLES SOMOS UNOS GUARROS.


Sí, sí, supongo que nadie se habrá sorprendido al leerlo, lo tenemos ya asumido, pero lo cierto es que después de haber paseado por las calles de París abarrotadas de gente y sin un solo papel en el suelo, me horroriza ver lo guarra que es la gente aquí. Los paquetes de tabaco, botellas de plástico vacías, papeles de todo tipo de colores, vómitos... ¿pero esto qué es?


Últimamente ni las noticias, ni las redes sociales... nadie tiene nada bueno que decir. Me agobio de no poder cambiar el asco de mundo que nos ha tocado vivir. No me gusta hablar de política en este blog, primera porque no soy una gran entendida, y segunda porque me pongo de mala hostia. Si hay algo evidente, es que este país necesita un cambio.


Encima la gente que se cree revolucionaria, es un poco retrasada. Ahora mismo acabo de leer que mañana día 19/07/2012 es el día sin compras para quejarse de la subida del IVA al 21%... Yo tampoco estoy de acuerdo con esto, evidentemente, y menos cuando no deja de subir el paro, pero... ¿la solución es arruinar también el único sector que se mantiene medianamente bien? ¿Qué culpa tienen los comercios de que se suba el IVA? 


Si tengo que ser sincera, últimamente estoy un poco agobiada de todo, pero creo que es el efecto "pre-vacacional" que no me sienta nada bien. Mañana es mi día libre, de modo que solo me quedan dos días de trabajo antes de unas laaaaargas vacaciones.

16.7.12

15 de julio

Domingo. Día de paz... PUES NO.


El día empezó torcido, sinceramente, no voy a contar los detalles, porque no me da la gana, básicamente... pero no empezó nada bien. 


Era día familiar, por tanto fuimos a mi pueblo a ver mi familia. Lo cierto que poco a poco el día fue mejorando. Me gusta verles. Les echo de menos en tantas ocasiones... Me gustaría poder visitarles un día después del trabajo o invitarles a un café en mi casa el día libre. En fin... 


Mis abuelos son un amor, también fui a visitarles, como siempre que voy, y me encanta ver la cara de alegría que ponen cuando llego. 


Volvimos más tarde de lo habitual porque estábamos a gusto, pero finalmente llegó el momento de volver a casa y cuando lo hicimos un sofá enorme nos esperaba para recibirnos y pasamos lo que nos quedaba de domingo tiradas en él y descansando. 


No fue un domingo muy intenso que digamos, pero también me gusta tener tiempo para la tranquilidad y relajarme. Si le tuviese que poner una nota del 1 al 10 tendría un 7, que no está nada mal, teniendo en cuenta cómo empezó...


9, 10, 11, 12, 13 y 14 de julio

Tuve que trabajar en un lugar que no es el habitual, y por tanto había gente nueva y modos distintos de hacer las cosas.

No es que haya estado mal... todo lo contrario, pero no me gusta. Aunque no soy muy amiga de la rutina, y me gustan los cambios, en ocasiones quedarse como estás es lo mejor.

Así que estos días los dediqué a pasarlos lo mejor posible, y a entablar amistad con las nuevas compañeras, que es cierto que han sido muy majas.

No hay mucho que destacar sobre estos días, acostumbrarse a no estar de vacaciones es duro. Menos mal que me falta muy poco para volver a estarlo.

Ha sido una semana larga y bastante monótona, con muchos ratos muertos que he aprovechado para leerme el primer libro de la saga "Los juegos del hambre". No está mal, pero sinceramente esperaba otra cosa... me enganchó muchísimo y el final me dejó como muy fría. Lo vi demasiado fantástico, como que Suzanne Collins no sabía de qué manera acabar el libro y un día mientras se pintaba las uñas pensó: "Ya lo tengo claro, voy a inventarme esto y chim pum"

Le daré otra oportunidad con el segundo libro de la saga porque lo cierto es que me ha dejado un frente de curiosidad abierto. Como entretenimiento no está nada mal, pero no sé, he leído muchos libros mejores. A ver si consigue hacerme cambiar de opinión con el siguiente libro "En llamas"


14.7.12

7 y 8 de julio.

Fin de semana, y fin de mis vacaciones con él. 


Cogerse únicamente una semana de vacaciones es demasiado poco, pero bueno, me quedan aún tres y las voy a disfrutar seguidas así que... no me puedo quejar.


La mañana del sábado la dedicamos íntegramente al arte de dormir, descansar y hacer el perro mayormente, exceptuando una lavadora que tuvimos que poner con toda la ropa que se transportó en compañía de los quesos, que no era poca.


Vaya asco de quesos. Nunca, NUNCA, compréis quesos y los metáis en una maleta. Me da igual que vayan cerrados o precintados... HUELEN. Fuimos apestando por todo París con la maleta a rastras y después apestaba toda la ropa que habíamos metido en ella. Como digo, es un verdadero asco.


Queríamos ir al apartamento a comer, pero al final fue que no. Dormimos incluso siesta y ya después de todo eso, nos fuimos rumbo a la playita. 


Llegamos y hacía muy buen día, pero era relativamente tarde y seguíamos cansadas. Decidimos disfrutar de la playa al día siguiente y cuál sería nuestra sorpresa, que al despertar el domingo el cielo estaba nublado... ¿para eso habíamos vuelto a España? ¿para seguir con cielos nublados y sin broncearnos? 


Me cabreé todo lo que pude sin conseguir grandes resultados por ello, dimos un paseo con Treze por la playa, ella sí que nadó porque es una atrevida y no le asusta el no tener sol para secarse, y también porque es una cerda, y se seca rebozándose en la arena.


Abandonamos la playa con una croqueta en forma de perro, y fuimos a la piscina, en la que también estuvimos muy poco rato porque el sol no paraba de esconderse detrás de un montón de nubarrones negras, así que nos volvimos a casa en cuanto comimos. 


Adivinad qué pasó cuando llegamos a casa... EFECTIVAMENTE. Salió el sol más esplendoroso del mundo. 


Luego habíamos quedado con dos amigos en la horchatería Daniel y nos tomamos la mejor horchata valenciana que existe, con un montón de fartons y cosas de gordas.



Les contamos nuestro viaje a París, nos contaron su fin de semana en Port Aventura, nos reímos y después de todo, el día ya no parecía tan desastroso. 


Volvimos pronto a casa para dormir mucho. Al día siguiente las dos empezábamos a trabajar...

12.7.12

6 de julio. París.

Último día...


El avión no salía hasta las 21:00h. así que por la mañana nos levantamos relativamente tarde. Serían las 09:30h o así, nos duchamos y nos fuimos a desayunar y a comprar unos souvenirs comestibles por los alrededores. Como es típico allí, decidimos comprar quesos y patés para todo el mundo. También cogimos desayuno para el día siguiente y alguna botella de vino y champagne.




Volvimos al hotel para dejar libre la habitación. Recogimos todo bien, miramos debajo de la cama por si se nos había colado algo, y en pocos minutos teníamos preparada las maletas. Lo que más nos costó fue decidir qué ibamos a llevar en equipaje de mano, y qué íbamos a facturar... con tanta comida, meter ropa junto con ella era toda una osadía, y más llevando quesos...


El chico del hotel que era muy amable, nos permitió dejar las maletas allí el tiempo que quisiéramos mientras dábamos las últimas vueltas parisinas.


El primer lugar que visitamos fue la Opera, no entramos dentro, había cola, y estábamos muy cansadas. Nos dedicamos a admirar el edificio desde fuera y luego lo rodeamos para llegar a las Galerías Lafayette.


Las galerías, son un lugar para mirar y no tocar, porque todos los artículos de su interior son primeras marcas y pese a que en todos los lugares ponía SOLDES, me gustó un vestido de lycra ¡¡DE LYCRA!! que no era seda silvestre... y su etiqueta marcaba 480€, con la rebaja ya aplicada.


Si te gustan las compras y el lujo, merece la pena entrar a dar una vuelta, incluso hay cosméticos y productos que no hay en España y el precio es similar. Si por el contrario no te gustan las compras, también merece la pena entrar porque por dentro es impresionante. Tiene una preciosa cúpula digna de restarle atención al vestido más bonito de Chanel. Cada piso que subes, es como un inmenso balcón desde el que puedes asomarte. ¡Más que un almacén de compras, parece un palacio!





Subimos hasta arriba del todo, donde está la terraza de las galerías. Estaba llena de césped artificial, sofás de piel blanca, y hasta un mirador. Después de haber subido a la torre Eiffel o a Notre Damme, las vistas desde aquí no parecen gran cosa, pero es muy relajante sentarte a mirar. En la terraza, pese a estar al aire libre, no te dejan fumar, supongo que para que siga existiendo el césped...


Si vienes a las Galerías Lafayette, me da igual si te haces pis o no, tienes que ir a los baños. A parte de ser inmensos, están relucientes, todo funciona con sensores y hay varios sofás blancos de piel que están impolutos, por si tienes que sentarte a esperar a tu novia. Te aseguro que en esos baños se puede comer en el suelo más tranquilamente que en los platos de algunos restaurantes...


Teníamos hambre, así que salimos de las galerías para dar una vuelta y ver donde podíamos comer. Había muchos restaurantes a su alrededor pero eran todos bastante caros, como era de esperar por la zona donde nos encontrábamos. Cuando ya estábamos hartas de andar dimos la vuelta y vimos una avenida repletita de lugares de comida rápida. Elegimos el Quick y tengo que decir que estaba bien rico.


Justo en frente estaba la Gare Saint-Lazare así que descendimos por ella para acercarnos a ver La Madeleine. Como la entrada era completamente free, la vimos tanto por fuera como por dentro. Estaba muy cansada... nos sentamos en los escalones que había a la puerta de La Madeleine un rato, mientras decidíamos que más queríamos hacer.


Finalmente, nos vino a la cabeza el lugar donde empezó el viaje. El primer césped en el que nos sentamos en la zona de Inválidos. Nos pareció una genial idea de disfrutar un poquito más del viaje y no cansarnos. Teníamos los pies al límite y llenos de rozaduras. Allí le dimos comida a las palomas, y luego nos acercamos dando un paseo hacia el Sena. Nos sentamos en un banco para despedirnos de él mientras le observábamos, y empezó a llover. París siempre llora cuando nos vamos.


5 de julio. París.

El despertador sonó a las 09:00h.


No era plan de dormir hasta las 12 y tirar el día a la basura, pero tampoco hacía falta pegarse el madrugón como los días anteriores. Descansamos mucho, y dormimos bastantes horas, pero no fue suficiente para mis pies, que gritaban en silencio. La que gritaba en voz alta era yo...


Todos los días han sido únicos, pese a ser un viaje repetido, pero este día, de principio a fin, creo que fue mi preferido...


Nos levantamos de manera bohemia (la palabra estrella del viaje) y nos dirigimos al metro para poner rumbo a la catedral de Notre Dame.


El año pasado ya visitamos la catedral, pero no tuvimos tiempo de hacer la cola para entrar a verla. Así que uno de los objetivos de este viaje era ver el interior, y subir a la torre.


La parada del metro en la que bajamos estaba justo en medio del "Barrio Latino" así que desayunamos en una boulangerie que había por allí, y paseamos un ratito. Las calles del barrio latino son muy bonitas, tienen mucho encanto, puedes encontrar sitios para comer de lo más variados y tiendas de souvenirs. Es un barrio de calles estrechas, largas y llenas de turistas. Por lo que leí, las noches son más animadas, y también es un buen lugar (y más económico que muchos otros) para salir a tomar una copa.


Decidimos no tentar a la suerte, y antes de cansarnos demasiado ir a la catedral. Llegamos por la plaza de la puerta principal, y nos pusimos a la inmensa cola para entrar a ver el interior. La cola iba rápido, la entrada a la catedral es gratuita, y por tanto no hay que esperar a nada. Es preciosa, las vidrieras son inmensas y bañan de color el suelo a sus pies. 


Cuando acabamos con el interior, nos pusimos a la cola para subir a la torre y ver la catedral desde arriba. Esa cola es mucho más lenta... solo entran grupos de apróximadamente 20/30 personas, y además, tiene un coste de 8€ aproximadamente. Estuvimos una hora y media esperando, pero finalmente conseguimos entrar. Son más o menos 400 escalones en forma de caracol, de modo que se sube en 3 tramos. La escalera empieza siendo estrecha, y acaba siendo imposible cruzar dos personas a la vez. Es un poco agobiante, la verdad, sobretodo si te da por pensar en qué pasaría si de repente quisieras salir de ahí, pero sin duda, vale la pena.


Cuando subes el primer tramo, como no, hay una sala donde muy amablemente, un par de chicas te venden las entradas. Para llegar hasta las entradas tienes que atravesar un pasillito lleno de souvenirs que evidentemente, son carísimos. Es mejor ni mirarlos. Cuando llegas al segundo tramo, tú te crees que ya has acabado, porque hay un balcón repleto de gárgolas, te asomas, haces fotos, y te sientes ya muy realizada contigo misma por el montón de escalones que has subido sin poder pararte porque detrás de ti hay mucha gente esperando a que muevas el culo. En el segundo tramos puedes tomar fotos tan preciosas como estas:




Luego te dan paso hasta el tercer tramo, y digo esto, porque a partir de aquí es donde no pueden cruzarse dos personas en la escalera, y por tanto, mientras no bajan los que están arriba, no puedes subir. Cuando llegas arriba... lo ves todo muy pequeñito, y puedes mirar los tejados de la catedral, pero en general mi tramo preferido es el segundo.

Al bajar a tierra firme, en la calle, me temblaban las piernas de una manera exagerada. Subir 400 escalones te cansa, pero bajarlos todos de golpe, te deja las piernas tontas. Luego no podíamos andar, así que como pudimos nos acercamos otra vez al barrio latino a dar una última vueltecita y a despedirnos de él, porque ya no tendríamos tiempo de volver.

Comimos en un Mc Donalds que había al lado del hotel y aprovechamos para echarnos una siestecita, que ya se había convertido en tradición. Al despertar llovía, no llevábamos paraguas, pero como buenas parisinas, nos dio igual. Salimos a la calle mientras el agua nos refrescaba y nos quitaba la cara de sueño. Subimos al metro más lleno de gente del mundo, y al bajar de él, ya no llovía. Cada día que pasaba, me daba más cuenta de que París nos amaba tanto como nosotras a él. Solo ha llovido dos días, y durante ambos, estábamos durmiendo.

Habíamos llegado a la parada de Pigalle (Montmartre) . Es uno de mis barrios preferidos, y a partir de este viaje, todavía ha sumado más puntos. En él se encuentra el Moulin Rouge y miles de sex shops con inimaginables juguetes, lencería, disfraces... Es la zona roja de París. 

Una de mis grandes ilusiones de este viaje, era acercarme a Montmartre, el barrio donde se narra la vida de Amelie, para hacer la ruta de la película. Y dando tumbos, buscando y pensando que estábamos perdidas, de repente vimos a un grupo de gente fotografiando un bar... habíamos llegado, y teníamos frente a nosotras el "Cafe les 2 moulins", el bar donde trabajaba como camarera Amelie. Entramos y nos tomamos un cocktail, era la happy hour y además de cumplir mi deseo, nos salió muy bien de precio. Yo tomé un Amelie Melo para acabar de ambientarme, un cocktail muy azul y que estaba muy rico.

Luego, con la ayuda de un mapa que llevaba en el móvil, llegamos a la frutería del señor Colignon, y por último nos desplazamos al tio vivo del parque que hay a los pies del Sacre Coeur. No os podéis hacer una idea de lo ilusionada que estaba. Este parque, lo cierran a las 21:30, y creedme, son muy puntuales. Llegamos de milagro porque no lo sabíamos pero pude sacar esta foto (y algunas más):


En lugar de subir en el funicular hasta el Sacre Coeur, estaba tan animada que quise subir por las escaleras del juego que Amelie preparó, y así fue como llegamos a los escalones donde tantos parisinos y turistas admiran las vistas de París. Ahí mismo cumplimos otro deseo, mi novia tenía toda la ilusión del mundo de comprar una Heineken a los moritos y tomársela de manera bohemia. 

Cuando decidimos que ya habíamos exprimido la ocasión al máximo, pensamos hacer algo que estaba fuera del planning: ir hasta la torre Eiffel para verla llena de luces en su máximo esplendor. 

Las luces de la torre Eiffel se encienden a las 22:00h. y así pasan gran parte de la noche, pero exactamente a las 23:00h. empiezan los destellos. Miles de estrellas hacen brillar el monumento más alto de París. El espectáculo dura exactamente 5 minutos. Llegamos por los pelos. Para rematar la noche bohemia, nos sentamos un rato en un banco a los pies de la torre, para disfrutar de la última noche que nos quedaba en la ciudad del amor.

No os podéis imaginar lo cansada que llegué al hotel, y lo bien que dormí ese día.

10.7.12

4 de julio. París.

El tiempo parecía estar de nuestra parte, y a pesar de que se empeñaban en pronosticar lluvias, el sol brillaba con toda su fuerza, así que decidimos no tentar a la suerte y destinar el tercer día en París a ver el Palacio de Versalles.


Fue algo que se nos quedó en el tintero el año pasado, y que particularmente yo, tenía muchas ganas de visitar.


En París (imagino, que como en todos los sitios) hay que estar espabilada, porque el RER, que es algo parecido al Cercanías en España, te dejaba un poco lejos del palacio... evidentemente, la parada no está en la puerta, y todo el mundo huía corriendo hacia el palacio. Menos mal, que nos dimos cuenta de que a mitad del camino estaba la oficina de turismo y allí nos vendieron la entrada sin hacer cola, porque sino podías asarte al sol esperando tu turno.


Aún así, cuando llegamos, vimos la cola para entrar con la entrada ya comprada, y era inmensa... como decía, somos muy espabiladas, y también tenemos la cara un poco dura y nos acercamos lentamente como haciendo fotos y nos pusimos en el principio de la cola con todo el morro del mundo. Sí. Está mal. Pero nos ahorramos una horita de espera al sol, más o menos. Valió la pena. Niños, no intentéis hacer esto sin la supervisión de un adulto, cabe la posibilidad de que acuda un grupo de chinos enfurecidos y te empujen hasta el final de la cola.


Para los que tengáis pensado ir a Versalles, ya os digo que la entrada a los jardines es GRATIS, que yo me gasté 20€ y luego para amortizarlos me tocó andar kilómetros incontables en dirección a María Antonieta... yo me entiendo.


El palacio de Versalles es muy majestuoso, las habitaciones son muy grandes, los techos de las habitaciones son una auténtica pasada... parecen lienzos que te miran desde el cielo y las lámparas están llenas de cristales y bombillas que los hacen brillas como auténticos diamantes. Todavía se conserva parte del mobiliario, y sobretodo las camas me encantaron. Esta foto es de la habitación de la reina:




Sé lo que habéis pensado, porque me pasó exactamente lo mismo. Es demasiado minimalista, yo le añadiría alguna florecilla más...


No quiero ni imaginar lo que deberían cansarse para ir al baño o a calentarse en cualquiera de las mil chimeneas que tenían para calentarse. 


Del palacio, salimos a los jardines. Parecían pequeños hasta que nos acercamos a una escalera que bajaba hacia lo que realmente eran los jardines. Inmensidad. Es la palabra que mejor puede describir lo que pensé al ver aquello. Kilómetros de jardines perfectamente estructurados, con mil pasillos que se cruzaban entre ellos y que todos y cada uno de ellos desembocaban en una fuente, a cuál más bonita y más digna de ser fotografiada.


Había dos partes claramente separadas por un lago inmenso llamado "el gran canal". Algunos turistas remaban sobre él, y otros simplemente se sentaban en el césped que lo rodeaba a contemplarlo y a sentir la paz y la tranquilidad que desprendía.


A pesar de la cantidad de turistas que éramos allí, era raro cruzarse con alguno mientras paseabas. 


Os dejo tres fotos del viaje para que disfrutéis de las vistas, sin cansaros...






Los árboles que se ven al final de la última foto, es el bosque, propiedad del palacio, que se extiende al final de los jardines, rodeándolos por todas partes. Es una auténtica pasada, pero andamos mucho... demasiado. Como dato informativo, os diré por si pensáis visitar Versalles algún día, que alquilan unos carritos como los de los campos de golf, muy monos, aunque supongo que serán bastante caros. Si vais en plan más "bohemio" podéis alquilar bicicletas. Nosotras nos enteramos un poquito tarde de este último dato...


Volvimos al hotel bastante temprano. Versalles cierra sus puertas a las 18:00 pero no os vayáis a pensar que nos quedamos a cerrar, nos cansamos un rato antes. Hicimos la siesta reglamentaria, y luego nos levantamos para ir a la zona de "Vavin", muy muy muy recomendable para ir a cenar, allí se encuentran las mejores creperías de París, y mezclados entre ellas hay otros tipos de restaurantes. Lo dicho, se come genial y bastante bien de precio para lo caro que es todo en París.


Nosotras elegimos "La creperie de Josselin", una de las mejores sin duda. Muy buen servicio, rapidez y eficacia. 


Después de esto, y con el cansancio pegado al cuerpo, cogimos por última vez en ese día el metro, para llegar al hotel. A "casa". 

8.7.12

3 de julio. París.

Todos los días mirábamos "La Météo" para saber si nos esperaban lluvias, y el mejor tiempo lo pronosticaban para el día 3, así que lo destinamos a pasar el día en el parque Disney.


Es la única parada que hemos repetido del año pasado.


Madrugamos bastante, y al ir a ducharnos... ¡se nos había olvidado el peine! Cundió el pánico. Sin duda la que más difícil lo tenía era yo, que tengo el pelo bastante más largo.


No encontramos nada abierto a las 08:00a.m. como era de esperar, así que me apañé como puede... y no es por presumir, pero no me quedó nada mal.


Llegamos muy prontito y el parque prácticamente estaba recién abierto. Disfrutamos del espectacular hotel en forma de castillo de la entrada, y como no, nos echamos un par de fotos con él.


No sé que tiene este parque, que nada más cruzar la puerta de entrada, vuelves a tener 5 años, dejas que te envuelva la ilusión por todo lo que te rodea y te dejas inundar por su magia.


Además de todo esto, a mí me invade el espíritu consumista, las tiendas son inmensas y están ambientadas dependiendo de la zona en la que se encuentren. ¡Lo compraría todo!






Es todo tan ideal... Después de pasearnos por millones de tiendas, y para qué negarlo, hacer unas compras, fuimos a comer al restaurante "Hakuna Matata". Como puede apreciarse en la foto de arriba, mi adorable novia tiene un cariño especial por El rey león, así que además de una comida riquísima, disfrutamos de un restaurante completamente ambientado en la película. 


Subimos a varias atracciones, y me gustó especialmente la de Un mundo pequeño. Es la atracción más moña que puede existir, pero a la gente le gusta. De hecho, es la atracción Disney más visitada del mundo.


¿De qué va? Pues te montas en una barquita y te dan un paseo por el mundo. Hay muñecos que cantan al son de la música, moviendo sus labios y bailan, o saltan, o suben al tiovivo dependiendo del país que representan. Es muy fácil identificarlos, pues tanto los muñecos como sus vestimentas están logradísimos.


Fuimos de las primeras en sentarnos para guardar sitio en la cabalgata, pensábamos que faltaba una hora y media, cuando en realidad faltaban dos horas y media, pero gracias a ello estuvimos en primerísima fila, a la sombra y pudimos tomar fotos como estas:






Había varias carrozas especiales de este año, porque el parque Disney nació en el año 1992, y por tanto, era su 20 aniversario. Las cabalgatas pasan volando, cuando quieres darte cuenta, ya no están, pero la música, las caras de los niños, los bailes que preparan cuidadosamente hacen que sea algo único. 


Teníamos especial curiosidad por un espectáculo nocturno único de este año. Era un espectáculo de luces que iba a tener lugar en el castillo de las princesas, y tengo que reconocer, que me dejaron con la boca abierta de par en par. Fue precioso, espectacular, emotivo, descomunal, impresionante... digno de ver.

No pude despegar la vista del castillo ni un segundo mientras duró el espectáculo, por eso mismo no caí en grabarlo con el móvil para luego poder enseñároslo... de todas formas, gracias Youtube, que siempre estás ahí cuando te necesito. Aquí tenéis el mejor video que he podido encontrar, miradlo porque merece la pena ver como el castillo se transforma ante tus ojos. La parte más asombrosa para mí, es ver como de repente tienes la catedral de Notre Dame delante de ti y al jorobado deslizándose por ella. Disfrutadlo. Dura unos 20 minutos aproximadamente.




PD. ¿A vosotras os han regalado un anillo en París, al pie del castillo de las princesas, haciéndote sentir una de ellas? A mí sí.



7.7.12

2 de julio. París.

El vuelo salía muy temprano, exactamente a las 07:00a.m. y nos tuvimos que levantar a eso de las 05:00. Dormimos menos de 5 horas esa noche. Sin embargo, lo más duro no fue el madrugón, fue despegarnos de Treze durante estos 5 días.


No me gusta volar en avión, bueno... tampoco he volado de ninguna otra manera, pero no me gusta sentirme tan pequeña y vulnerable. Es como que todos dependemos de una mezcla de suerte, climatología y que el piloto no lleve resaca por la victoria de la selección española. Sí, lo reconozco, me da miedo, pero no pienso dejar que mis miedos me coarten las ganas de viajar. 


Lo que más me gusta de viajar en avión, es cuando vas bajando, poco a poco ves las casas más cerca, empiezas a distinguir lo que es cada cosa, la pista de aterrizaje se acerca, se acerca, se acerca...  y lo mejor llega cuando hace el primer contacto, ese toquecito un poco brusco te dice "eh, que ya has llegado, estás sana y salva, y de vacaciones, ¡a disfrutar!"
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Bueno, mi intención con estas entradas, es transmitir cuánto adoro París, cuánto me gusta pasear por sus calles, mirar a su gente, recorrer cada rincón de esa misteriosa ciudad... sé que por muy extenso que fuese mi vocabulario, jamás conseguiría acercarme a más de un, digamos, 70% de lo que realmente es vivirlo. No conozco a nadie que no haya disfrutado una visita a la ciudad del amor.


París es una ciudad con un transporte público excelente, y menos mal, porque coger un taxi allí te puede costar un riñón, así que al llegar, lo recomendable es comprar una "Paris Visite" que se trata de un pase para el transporte público que te incluye todo (metro, RER, autobús, funicular...) durante 1, 2, 3 o 5 días. De no hacerlo, el viaje te puede salir muy caro. 


Como ya teníamos una ligera idea de las zonas por lo que recordábamos del año pasado, elegimos el hotel en una zona muy bien comunicada, y en este viaje hemos ahorrado mucho tiempo en desplazamientos. Llegamos al hotel muy pronto pero tuvimos que esperar hasta las 12:00 para que nos diesen la habitación porque todavía estaba ocupada, así que aprovechamos para dejar las maletas en recepción y dar una vuelta por los alrededores y de paso controlar un poquito los comercios. Teníamos varias boulangeries para desayunar, un Carrefour, el Monoprix, restaurantes, un Mc Donalds, un KFC y varias tiendas de ropa conocidas. Guay.


En cuanto tuvimos la llave de la habitación, descargamos las maletas, comimos allí mismo, y pusimos rumbo a Invalides. Nada más salir de la parada de metro, hay un césped enorme, donde muchísimos turistas y sobre todo, parisinos, disfrutaban de un maravilloso día de sol, así que nos unimos unos minutos, y mientras contemplamos el museo de la armada. En París, cualquier edificio, es digno de ser visto y admirado. Son todos preciosos. Desde ese césped teníamos el museo de la armada delante, y detrás, el palacio de los Borbones. Si girábamos la cabeza hacia la izquiera teníamos un precioso parque con muchos bancos llenos de gente que se sentaba a leer un libro, a trabajar con su portátil y su maletín, o simplemente a alimentar a las palomas. Pero si girábamos la cabeza hacia la derecha, nos saludaba la torre Eiffel desde detrás de unas casitas. 


Contemplar París desde cualquiera de sus lugares, es tan bonito como ver sus monumentos, todas las casitas guardan una estructura común, y es como una maqueta inmensa de casitas alineadas, con mil callejuelas escondidas y con mucha historia que contar.


Nos levantamos del césped y pusimos rumbo al museo de la armada, lo atravesamos para poder llegar a Inválidos, sin centrarnos demasiado en ver el museo en sí, solo sus exteriores, atrincherados detrás de una pequeña muralla, donde decenas de palomas se amontonaban en una fuente, dándose largas duchas para desprenderse del calor. Pasamos por el patio interior de Invalidos, y llegamos hasta donde descansan los restos de Napoleón Bonaparte.


Inválidos nació para albergar soldados y militares retirados, heridos o jubilados, y a pesar del tráfico de turistas, todavía hoy, tienen un pequeño lugar en su interior por donde, evidentemente, los turistas no pueden pasar.


Como teníamos la torre Eiffel "cerquita" fuimos andando hasta ella. La misión de subir hasta la cumbre para admirar las vistas, ya la cumplimos el año pasado, de modo que este año, la admiramos de manera más relajada, sentadas en los Campos de Marte, haciéndonos fotos y disfrutando de París como auténticas parisinas.




Estuvimos un ratito por aquí, descansando de tanto andar, hablando, y viendo como una pareja de chinos se hacían su reportaje de boda. Los turistas parecían olvidarse de que habían venido a ver la torre Eiffel y le daban la espalda para fotografiar a los chinos y tener un recuerdo de ¿dos chinos desconocidos que se habían casado? No sé... pero reconozco que yo también guardo una foto de los chinos.


A la otra parte de la torre, se encuentra el Sena, ese río inmenso que envuelve los lugares más importantes de París y por el que el año pasado no tuvimos tiempo de navegar. Como era algo que nos quedó pendiente, subimos en un barquito que te da un paseo de una hora, y en su recorrido puedes ver montones de cosas empezando por la torre Eiffel, el puente del alma, Notre Dame, el Louvre, el museo de Orsay, el puente de Alejandro III y un par de puentes llenos de candados, donde las parejas enamoradas graban sus nombres o alguna frase, los cierran y lanzan las llaves al río Sena, en símbolo de su amor eterno.


Después del paseo del Sena, y con un sol que parecía más andaluz que parisino, me dio muchísimo sueño. Nos arrastramos hasta la parada más cercana de metro que según el cartel estaba a 300m. pero a mí me parecieron 300km. y allí pusimos rumbo al hotel a echar una siesta de una horita. Una siesta que nos dio tanta pereza, que acabamos comprando cena en el Carrefour y nos la comimos allí mismo, en la habitación. Pusimos los dibujos en francés con el temporizador en 10 minutos. Ninguna de las dos oímos apagarse la televisión.




1 de julio

Domingo. 


Al día siguiente había que viajar, así que dediqué el día a las despedidas.


Por la mañana madrugué bastante para ir a ver a mis padres, abuelos, etc. y tener tiempo para todo y estar pronto en casa para preparar la maleta.


También jugaba españa la final de la eurocopa, por lo que aproveché para cenar con los suegris y de paso aprovechamos para despedirnos de todo el mundo que faltaba. El típico ritual de cuando te vas 5 días de casa, vamos... 


Lo cierto es que la selección hizo un partidazo, y me encantó llegar a París y ver esta página en sus periódicos:




Con lo que adoran los franceses a los deportistas españoles, tenían que estar contentísimos... pero le pese a quien le pese, demostraron que merecían esa victoria. 


Fueron sentimientos encontrados, porque todo el mundo estaba feliz por el triunfo de "La Roja" pero gran parte de España, sobre todo en Valencia, sufríamos por las miles de hectáreas que ardían en nuestros bosques. Las imágenes de los animales huyendo del fuego, me hacían pensar en todos los que no conseguirían huir y morirían a manos del fuego. Las carreteras estaban llenas de perros que huyendo habían sido atropellados.


Que se quemen los montes da pena, pero el desastre no acaba ahí, los animales pierden sus hogares, sus crías mueren, y muchos de ellos se queman o se asfixian por el humo. Muchísimas personas fueron desalojadas de sus hogares durante varias noches, y algunas de ellas, perdieron sus casas. Y lo peor, sin duda, el piloto que perdió la vida en medio de todo este desastre.


Esta entrada se me quedó en el tintero, y no quería dejar de recordar que las personas estamos destruyendo todo lo que nos da la vida. Que sin todo lo que nos rodea, no somos nada. Nos sentimos superiores, solo damos valor a las cosas materiales, y en millones de ocasiones, la felicidad puedes encontrarla en algún lugar alejado, con tu pareja mirando al mar, con tus amigos riendo en un parque, o en un chalet donde se vea la montaña, esa misma montaña, que ahora se viste de negro, para recordarnos cada vez que la miremos, que en Valencia estamos de luto por todo lo que se perdió en tan pocos días.