10.7.12

4 de julio. París.

El tiempo parecía estar de nuestra parte, y a pesar de que se empeñaban en pronosticar lluvias, el sol brillaba con toda su fuerza, así que decidimos no tentar a la suerte y destinar el tercer día en París a ver el Palacio de Versalles.


Fue algo que se nos quedó en el tintero el año pasado, y que particularmente yo, tenía muchas ganas de visitar.


En París (imagino, que como en todos los sitios) hay que estar espabilada, porque el RER, que es algo parecido al Cercanías en España, te dejaba un poco lejos del palacio... evidentemente, la parada no está en la puerta, y todo el mundo huía corriendo hacia el palacio. Menos mal, que nos dimos cuenta de que a mitad del camino estaba la oficina de turismo y allí nos vendieron la entrada sin hacer cola, porque sino podías asarte al sol esperando tu turno.


Aún así, cuando llegamos, vimos la cola para entrar con la entrada ya comprada, y era inmensa... como decía, somos muy espabiladas, y también tenemos la cara un poco dura y nos acercamos lentamente como haciendo fotos y nos pusimos en el principio de la cola con todo el morro del mundo. Sí. Está mal. Pero nos ahorramos una horita de espera al sol, más o menos. Valió la pena. Niños, no intentéis hacer esto sin la supervisión de un adulto, cabe la posibilidad de que acuda un grupo de chinos enfurecidos y te empujen hasta el final de la cola.


Para los que tengáis pensado ir a Versalles, ya os digo que la entrada a los jardines es GRATIS, que yo me gasté 20€ y luego para amortizarlos me tocó andar kilómetros incontables en dirección a María Antonieta... yo me entiendo.


El palacio de Versalles es muy majestuoso, las habitaciones son muy grandes, los techos de las habitaciones son una auténtica pasada... parecen lienzos que te miran desde el cielo y las lámparas están llenas de cristales y bombillas que los hacen brillas como auténticos diamantes. Todavía se conserva parte del mobiliario, y sobretodo las camas me encantaron. Esta foto es de la habitación de la reina:




Sé lo que habéis pensado, porque me pasó exactamente lo mismo. Es demasiado minimalista, yo le añadiría alguna florecilla más...


No quiero ni imaginar lo que deberían cansarse para ir al baño o a calentarse en cualquiera de las mil chimeneas que tenían para calentarse. 


Del palacio, salimos a los jardines. Parecían pequeños hasta que nos acercamos a una escalera que bajaba hacia lo que realmente eran los jardines. Inmensidad. Es la palabra que mejor puede describir lo que pensé al ver aquello. Kilómetros de jardines perfectamente estructurados, con mil pasillos que se cruzaban entre ellos y que todos y cada uno de ellos desembocaban en una fuente, a cuál más bonita y más digna de ser fotografiada.


Había dos partes claramente separadas por un lago inmenso llamado "el gran canal". Algunos turistas remaban sobre él, y otros simplemente se sentaban en el césped que lo rodeaba a contemplarlo y a sentir la paz y la tranquilidad que desprendía.


A pesar de la cantidad de turistas que éramos allí, era raro cruzarse con alguno mientras paseabas. 


Os dejo tres fotos del viaje para que disfrutéis de las vistas, sin cansaros...






Los árboles que se ven al final de la última foto, es el bosque, propiedad del palacio, que se extiende al final de los jardines, rodeándolos por todas partes. Es una auténtica pasada, pero andamos mucho... demasiado. Como dato informativo, os diré por si pensáis visitar Versalles algún día, que alquilan unos carritos como los de los campos de golf, muy monos, aunque supongo que serán bastante caros. Si vais en plan más "bohemio" podéis alquilar bicicletas. Nosotras nos enteramos un poquito tarde de este último dato...


Volvimos al hotel bastante temprano. Versalles cierra sus puertas a las 18:00 pero no os vayáis a pensar que nos quedamos a cerrar, nos cansamos un rato antes. Hicimos la siesta reglamentaria, y luego nos levantamos para ir a la zona de "Vavin", muy muy muy recomendable para ir a cenar, allí se encuentran las mejores creperías de París, y mezclados entre ellas hay otros tipos de restaurantes. Lo dicho, se come genial y bastante bien de precio para lo caro que es todo en París.


Nosotras elegimos "La creperie de Josselin", una de las mejores sin duda. Muy buen servicio, rapidez y eficacia. 


Después de esto, y con el cansancio pegado al cuerpo, cogimos por última vez en ese día el metro, para llegar al hotel. A "casa". 

3 comentarios:

  1. Hay que ser bohemio en esta vida, y andar los jardines es lo que tocaba ese día!!!xDDD Creo que andando se disfrutaron mucho más que en un carrito....y mucho más bohemio, donde va a parar!!!xDDD

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  2. Qué lindo poder compartir este mágico viaje. Me ha tocado estar en distintos hoteles en parís que me han permitido conocer esta gran ciudad, una de las mas lindas para mi

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  3. Muchas gracias por el comentario, Mirna. No sé si te conozco pero estoy encantada de tenerte en mi blog. Yo también adoro París.

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