12.7.12

5 de julio. París.

El despertador sonó a las 09:00h.


No era plan de dormir hasta las 12 y tirar el día a la basura, pero tampoco hacía falta pegarse el madrugón como los días anteriores. Descansamos mucho, y dormimos bastantes horas, pero no fue suficiente para mis pies, que gritaban en silencio. La que gritaba en voz alta era yo...


Todos los días han sido únicos, pese a ser un viaje repetido, pero este día, de principio a fin, creo que fue mi preferido...


Nos levantamos de manera bohemia (la palabra estrella del viaje) y nos dirigimos al metro para poner rumbo a la catedral de Notre Dame.


El año pasado ya visitamos la catedral, pero no tuvimos tiempo de hacer la cola para entrar a verla. Así que uno de los objetivos de este viaje era ver el interior, y subir a la torre.


La parada del metro en la que bajamos estaba justo en medio del "Barrio Latino" así que desayunamos en una boulangerie que había por allí, y paseamos un ratito. Las calles del barrio latino son muy bonitas, tienen mucho encanto, puedes encontrar sitios para comer de lo más variados y tiendas de souvenirs. Es un barrio de calles estrechas, largas y llenas de turistas. Por lo que leí, las noches son más animadas, y también es un buen lugar (y más económico que muchos otros) para salir a tomar una copa.


Decidimos no tentar a la suerte, y antes de cansarnos demasiado ir a la catedral. Llegamos por la plaza de la puerta principal, y nos pusimos a la inmensa cola para entrar a ver el interior. La cola iba rápido, la entrada a la catedral es gratuita, y por tanto no hay que esperar a nada. Es preciosa, las vidrieras son inmensas y bañan de color el suelo a sus pies. 


Cuando acabamos con el interior, nos pusimos a la cola para subir a la torre y ver la catedral desde arriba. Esa cola es mucho más lenta... solo entran grupos de apróximadamente 20/30 personas, y además, tiene un coste de 8€ aproximadamente. Estuvimos una hora y media esperando, pero finalmente conseguimos entrar. Son más o menos 400 escalones en forma de caracol, de modo que se sube en 3 tramos. La escalera empieza siendo estrecha, y acaba siendo imposible cruzar dos personas a la vez. Es un poco agobiante, la verdad, sobretodo si te da por pensar en qué pasaría si de repente quisieras salir de ahí, pero sin duda, vale la pena.


Cuando subes el primer tramo, como no, hay una sala donde muy amablemente, un par de chicas te venden las entradas. Para llegar hasta las entradas tienes que atravesar un pasillito lleno de souvenirs que evidentemente, son carísimos. Es mejor ni mirarlos. Cuando llegas al segundo tramo, tú te crees que ya has acabado, porque hay un balcón repleto de gárgolas, te asomas, haces fotos, y te sientes ya muy realizada contigo misma por el montón de escalones que has subido sin poder pararte porque detrás de ti hay mucha gente esperando a que muevas el culo. En el segundo tramos puedes tomar fotos tan preciosas como estas:




Luego te dan paso hasta el tercer tramo, y digo esto, porque a partir de aquí es donde no pueden cruzarse dos personas en la escalera, y por tanto, mientras no bajan los que están arriba, no puedes subir. Cuando llegas arriba... lo ves todo muy pequeñito, y puedes mirar los tejados de la catedral, pero en general mi tramo preferido es el segundo.

Al bajar a tierra firme, en la calle, me temblaban las piernas de una manera exagerada. Subir 400 escalones te cansa, pero bajarlos todos de golpe, te deja las piernas tontas. Luego no podíamos andar, así que como pudimos nos acercamos otra vez al barrio latino a dar una última vueltecita y a despedirnos de él, porque ya no tendríamos tiempo de volver.

Comimos en un Mc Donalds que había al lado del hotel y aprovechamos para echarnos una siestecita, que ya se había convertido en tradición. Al despertar llovía, no llevábamos paraguas, pero como buenas parisinas, nos dio igual. Salimos a la calle mientras el agua nos refrescaba y nos quitaba la cara de sueño. Subimos al metro más lleno de gente del mundo, y al bajar de él, ya no llovía. Cada día que pasaba, me daba más cuenta de que París nos amaba tanto como nosotras a él. Solo ha llovido dos días, y durante ambos, estábamos durmiendo.

Habíamos llegado a la parada de Pigalle (Montmartre) . Es uno de mis barrios preferidos, y a partir de este viaje, todavía ha sumado más puntos. En él se encuentra el Moulin Rouge y miles de sex shops con inimaginables juguetes, lencería, disfraces... Es la zona roja de París. 

Una de mis grandes ilusiones de este viaje, era acercarme a Montmartre, el barrio donde se narra la vida de Amelie, para hacer la ruta de la película. Y dando tumbos, buscando y pensando que estábamos perdidas, de repente vimos a un grupo de gente fotografiando un bar... habíamos llegado, y teníamos frente a nosotras el "Cafe les 2 moulins", el bar donde trabajaba como camarera Amelie. Entramos y nos tomamos un cocktail, era la happy hour y además de cumplir mi deseo, nos salió muy bien de precio. Yo tomé un Amelie Melo para acabar de ambientarme, un cocktail muy azul y que estaba muy rico.

Luego, con la ayuda de un mapa que llevaba en el móvil, llegamos a la frutería del señor Colignon, y por último nos desplazamos al tio vivo del parque que hay a los pies del Sacre Coeur. No os podéis hacer una idea de lo ilusionada que estaba. Este parque, lo cierran a las 21:30, y creedme, son muy puntuales. Llegamos de milagro porque no lo sabíamos pero pude sacar esta foto (y algunas más):


En lugar de subir en el funicular hasta el Sacre Coeur, estaba tan animada que quise subir por las escaleras del juego que Amelie preparó, y así fue como llegamos a los escalones donde tantos parisinos y turistas admiran las vistas de París. Ahí mismo cumplimos otro deseo, mi novia tenía toda la ilusión del mundo de comprar una Heineken a los moritos y tomársela de manera bohemia. 

Cuando decidimos que ya habíamos exprimido la ocasión al máximo, pensamos hacer algo que estaba fuera del planning: ir hasta la torre Eiffel para verla llena de luces en su máximo esplendor. 

Las luces de la torre Eiffel se encienden a las 22:00h. y así pasan gran parte de la noche, pero exactamente a las 23:00h. empiezan los destellos. Miles de estrellas hacen brillar el monumento más alto de París. El espectáculo dura exactamente 5 minutos. Llegamos por los pelos. Para rematar la noche bohemia, nos sentamos un rato en un banco a los pies de la torre, para disfrutar de la última noche que nos quedaba en la ciudad del amor.

No os podéis imaginar lo cansada que llegué al hotel, y lo bien que dormí ese día.

1 comentario:

  1. Ya puedo morir tranquila, he cumplido LA MAYOR ILUSION DE MI VIDA, comprarle al morito la heineken!!!!!!xDDDDDDDD Creo que fue uno de los días más chulos, me lo pase un montón de bien y disfrutamos a tope de lo bohemio del momento :)

    p.s. fueron 424 escalones, contados uno a uno.

    p.s.2 me encantan estas crónicas, pero me da penita porque poco a poco veo que se agotan los dias.... :(

    ResponderEliminar